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“Roma arde señor.”
Él se reclinó sobre el respaldo de su silla, el vino estaba dulce. Inspiró y el olor que le llegaba era el esperado, encontró el habitual aroma a castaños, tierra húmeda y uva pero esta vez había algo más en el aire: humo, fuego, muerte. Efectivamente la guardia había cumplido sus órdenes. Roma arde.
Poca gente entendía sus planes, por eso evitaba contarlos, por eso confiaría antes en su caballo que en cualquiera de la chusma conformista que abarrotaba el senado cada mañana. Ah! pero que sabrán ellos, pensó, no podían entenderle, a él, al que los dioses eligieron para llevar a cabo su divina voluntad. Y aun así osaban dudar de él, conspiraban, él lo sabía, los oía en las sombras, los veía en sus sueños.
Sí, pero ahora una nueva ciudad renacerá de las cenizas, y así como las historias hablan de Aquiles en Troya hablarán de Nerón en Roma. Roma arde sí, y eso hay que celebrarlo:
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“Tráeme mi lira, Lucio”. Ordenó a un miembro de su guardia.
Vio el atisbo de duda en los ojos de su sirviente, cuando el soldado le devolvió la mirada la duda se transformó en miedo. Eso le complació.
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“Sí señor.”
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“Roma arde y yo cantaré por ella.” Dio otro trago a su copa de vino y cerró los ojos.
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Un par de bofetadas le hicieron abrir los ojos, estaba aturdido, lentamente empezó a ser consciente de la realidad que le rodeaba, a recordar. Intentó moverse pero no pudo, estaba atado a una silla de madera en algún callejón de la ciudad, probablemente en algún suburbio del West Side.
Levantó la mirada aun confuso, lo primero que vio fueron unos zapatos brillantes, después un traje impecable y por último unos ojos azules que le miraban fijamente, lo reconoció al instante. Entonces empezó a sudar, abrió bien los ojos y cerró la boca.
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“Odio a las ratas Nick. Son lo suficientemente pequeñas para esconderse pero lo suficientemente grandes para hacer daño. Son peligrosas. Y tú Nick eres una rata asquerosa así que te lo preguntaré sólo una vez. ¿Quién te envió?”
Fue entonces cuando Nick comenzó a rezar, sabía que si hablaba podía salvar el pellejo pero las consecuencias serían horribles. El jefe lo encontraría, antes o después lo haría, además ¿dónde iba a esconderse? Sólo sabía hacer una cosa en la vida y no era huir. Lo peor de todo era que el jefe iría también a por su familia. Mataría a todos, incluso a los niños. No hay piedad con los soplones
Así que lo mejor era callar y esperar que lo quitaran del medio de forma rápida. Sí, no había otra opción, tenía que hacerlo por ella, por los niños. Miró al hombre de los zapatos brillantes y negó con la cabeza.
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“Ah las ratas, no tenéis solución. ¿Sabes cuál es tu problema Nick? Tienes más miedo de tu jefe que de mí, voy a demostrarte por qué estás equivocado.”
El tipo del traje elegante miró hacia atrás y asintió con la cabeza, un hombre corpulento salió de las sombras, se acercó y empezó a echarle agua encima. Tardó varios segundos en entenderlo, exactamente los segundos que necesitó para reconocer el olor, no era agua, era gasolina.
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“No, no por favor!” Gritó.
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“Eres un idiota Nick, ¿De verdad llegaste a pensar que podrías acabar conmigo? ¿Cómo crees que llegué aquí? Yo no doy segundas oportunidades.”
Al acabar de hablar su captor se encendió un cigarro, inhaló profundamente y expulsó el humo de sus pulmones de manera lenta, dándole tiempo para que se diera cuenta de lo que iba a pasar. Después le miró fijamente a los ojos y le dijo:
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“Disfruta del cigarro Nick, es tu último pitillo”
Lanzó el cigarro a su regazo y Nick empezó a gritar.
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Los gritos le despertaron, no entendió las palabras aunque creyó reconocer la voz de Pequeño Oso que estaba de vigía esa noche. Se sentó sobre el camastro y escucho con atención.
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“Un baaaaarco a baboooor!! Bandera Pirataaaaaa!!!”
Salió rápidamente de su camarote y subió las escaleras como una flecha, se inclinó sobre la cubierta y extendió su catalejo. Efectivamente era un barco pirata, de unos 30 metros, dos hileras de cañones y unos 50 tripulantes, si les cogían las opciones eran escasas.
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“Mr Thompson, toque a zafarrancho de combate! Y que tiren todo el sobrepeso por la borda, hay que dejar atrás a ese barco!”
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“Wilkinson todo a estribor, máxima velocidad.”
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“Pequeño Jerry, despierta al doctor. Que se prepare para atender a los heridos.”
Todos respondieron al unísono, Sí señor. Las órdenes fueron ejecutas con premura, la tripulación estaba bien entrenada.
Todo tipo de objetos cayeron por la borda, ropa, balas de cañon, barriles con cereales, de todo…excepto el ron, si morían irían borrachos al infierno. Los cañones se cargaron, las velas se alargaron y los hombres se pusieron en sus puestos. Lo fácil estaba hecho, ahora quedaba esperar.
Los minutos pasaban de forma agónica, nadie hablaba. El único sonido era el del mar rompiendo contra el casco del barco y sólo se veía la figura del barco perseguidor, haciéndose cada vez más grande en popa. Los minutos se transformaron en horas y el sol empezó a caer, si la noche llegaba pronto tendrían una oportunidad.
Entonces cometieron un error, el viento dio un giro inesperado y uno de los hombres se precipitó sobre la cubierta desde 5 metros de altura, cayó sobre la espalda de Wilkinson impulsándolo sobre el timón, y haciéndole perder el control del barco, perdieron 200 metros con esta maniobra. Ya estaban encima.
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“Cañoneros preparaos y no disparéis hasta mi orden!!” Gritó el capitán.
La clave era esperar al momento justo, si les asaltaban no había nada que hacer por lo que ordenó a todos apuntar al palo mayor del barco enemigo, si conseguían dejarlo sin capacidad de maniobra podrían escapar tras el primer asalto y salir vivos de allí. Se santiguó y se hizo prometer que si salía de allí de una pieza encontraría el valor para declararse a Marie.
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“Aguantaaad, aguantaaad.”FUEGO!!
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BOOOOOOOMM.
La explosión le sobresaltó. Primero miró asustado a su alrededor pero todo parecía en orden así que se puso las gafas de lejos para echar otra ojeada y entonces lo vio escondido tras un arbusto, asustado.
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“Matías! Ven aquí!”
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“Sí abuelo.” Contestó el niño.
Lo vio venir a toda prisa y eso le hizo recordar, recordó cuando de pequeño iba corriendo a todos sitios como si nunca fuera a cansarse, recordó el olor a mermelada de fresa que había siempre en casa de María los domingos cuando era pequeño y por supuesto recordó que de eso hacía una eternidad y que ya no podía moverse tan rápido como le gustaría. Sus huesos se encargaban de que no lo olvidara.
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“Matías, no puedes estar todo el día tirando petardos. Me vas a matar de un susto!.”
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“Lo siento abuelo, pero es que me aburro. Aquí en el campo no hay nada que hacer!”
Eso le hizo sonreír, no es más que un niño pensó.
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“¿Ah no?” Replicó el anciano mientras cogía algo de la mochila que había a sus pies y se lo daba al muchacho.
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“¿Un libro?” Contestó el niño mientras lo miraba extrañado.
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“Esto no es un libro Matías. Es una máquina del tiempo, es un tesoro escondido, un dragón enfurecidoo y una mujer enamorada. Es el arma más poderosa del mundo. ¿Sabes por qué? Porque un un lector vive un millar de vidas antes de morir. El hombre que nunca lee solo vive una.”
Buenas!
¿Serías tan amable de decirme los títulos de los libros?
Hola Duy!
Bienvenido por aquí, no sé a que títulos te refieres. Esta historieta es creación mía, no son trozos de libros reales 😉
Si es algún otro dímelo a ver si te puedo ayudar.
Un saludo!
Juan
Me gusta tu blog.
Me suscribí para acceder a tus resúmenes pero no me redirecciona a dicho link. Mandé un e-mail pero por las dudas te escribo por acá también.
Hola Débora,
Te he contestado al email.
Un saludo!
Juan